ARTICULO: ¿Queda alguna duda? El binomio Ortega-Murillo es un sueño convertido en pesadilla

Por: Geovanny Vicente Romero
geovannyvicente21@gmail.com
Abogado y politólogo, profesor y asesor políticas públicas y
gobernanza. Estratega político y consultor comunicación gubernamental.
Es Fundador de Premier Latitude.

Nos enteramos hace poco de que Daniel Ortega, presidente de Nicaragua y otrora líder de la esperanza sandinista, se inscribe oficialmente para postularse a su quinto gobierno, que sería el cuarto de forma consecutiva y el segundo en el que se haría acompañar de su señora esposa, Rosario Murillo, como vicepresidenta de la República, posición que ocupa actualmente.

Este continuismo desbordado, incapaz de reciclarse con figuras frescas del círculo íntimo del matrimonio, que pasaría desapercibido si no se notara un afán desmedido para perpetuarse en el poder recuerda, a un caso de un régimen totalitario como el de la Cuba de Fidel y Raúl Castro, que solo cedió ante la muerte natural, en el caso del primero, y el envejecimiento del segundo cuando tuvieron que traer a bordo a un más joven Miguel Díaz-Canel. Sin embargo, este relevo generacional ha tenido que enfrentar las protestas de los cubanos en el punto de ebullición de un régimen que a todo viento trata de encaminarse al centenario.

El gobierno Ortega-Murillo —o desgobierno, como un amplio sector lo percibe — va quedando aislado de la comunidad internacional que pide cambios. Se encamina a una especie de soledad internacional como la que ya Cuba ha sufrido también.

No es para menos. A la hora de aferrarse al poder, a los Ortega-Murillo les sobran los ejemplos de prácticas cuestionables en sus principales aliados. Yéndonos al otro lado del mundo, los Ortega-Murillo tienen ejemplo en la Rusia de Vladimir Putin, donde hemos visto que algunos opositores tienden a tener varios destinos poco deseables, entre ellos la prisión, la inhabilitación política o el intento de asesinato por envenenamiento. De la autoría de estos hechos no señalamos a nadie en particular, pero parece que ejercer la política en Rusia es más difícil que ejercer el periodismo en zonas de guerra o más cerca, en México.

El otrora líder del sueño sandinista, cuando mira hacia el sur de su propia región, encuentra a nada más y nada menos que a Nicolás Maduro en Venezuela, a quien calificaré de ‘experto probado’ en mantener el poder por medio de elecciones. Mientras que Cuba no realiza elecciones en las que participen todos los candidatos, los del Partido Comunista y los que no quieren pertenecer en él; en Venezuela en cambio, se realizan muchas elecciones, las cuales no significan que sea una nación más democrática que Cuba. Lo mismo se puede decir de Rusia, pues desde el ascenso de Putin en 1999, el país continúa celebrando elecciones periódicamente.

Para mí, este es el ‘librito’ o manual político que los Ortega-Murillo quieren aplicar en Nicaragua: elecciones desiguales, fáciles de ganar y prácticamente sin oposición, transportándome a los dibujos animados de mi infancia, los “Wacky Races” (en español “Los autos locos”), donde el villano Pierre Nodoyuna y su perro Patán (juro que no es una metáfora) hacían todo tipo de maniobras para que los otros competidores cayesen en trampas o se detuviesen en el camino, algo parecido a lo que sucede con el Coyote y el Correcaminos.

La crisis política en Nicaragua, tras la detención de un gran número de opositores, no es algo nuevo en este entorno político que le da la espalda al Estado de derecho, la libre competición y sobre todo, al respeto de la voluntad ciudadana. En 2016, CNN en Español señaló la “tormenta política” en Nicaragua tras la destitución de 28 diputados opositores. “La oposición dice que la decisión es ilegal y que es un atentado contra los derechos políticos de los nicaragüenses”.

De tiempo en tiempo, una columna de mi pluma tiene más impacto que otra —de forma evidente para el autor—; recuerdo que el 11 de abril de 2019, sale publicada la columna “Daniel Ortega: el sueño se convirtió en pesadilla”. Más allá de lo expresado en dicho escrito, esa opinión de un servidor me sirvió para entender la magnitud de la organización del ejército digital —lo que hoy en día conocen como ‘troles’— en las elecciones primarias, pues desde una serie de cuentas de apariencia dudosa se empezó a escribir y a compartir miles de comentarios en rechazo a lo allí descrito, uniéndose a otras cuentas en menor número que apoyaban la opinión. Yo pude observar este fenómeno porque en algunas ocasiones mis cuentas eran ‘tagueadas’ en los comentarios. Para evitar especulación de mi parte, puedo decir que nunca he sabido que fue lo que más molestó y/o dolió de aquella humilde opinión, pero lo que sí puedo asegurar es que, viendo el desarrollo de los últimos dos años de esta pesadilla de gobierno, debo terminar con las siguientes palabras que dije en aquella columna:

“De aquel sueño de liberación queda poco y aunque para Ortega fue beneficioso aprovechar su tiempo fuera del poder —al menos para replantearse como político— entre su primer gobierno y su regreso a la Presidencia, en esta última etapa -después de 12 años ininterrumpidos gobernando- parece que le cuesta ajustarse al mundo actual que vivimos”.

Quizás, como dije en ese entonces, también influye el aislamiento regional que ha sufrido.