La acelerada digitalización del sector financiero en América Latina y el Caribe está abriendo paso a soluciones ágiles e innovadoras que mejoran la competitividad, abren las puertas a una mayor inclusión financiera, e impulsan el desarrollo de América Latina y el Caribe.
Lo digital está cambiando las reglas de juego del sector financiero tradicional, situándose en el centro de la estrategia de las entidades para obtener ventajas competitivas y evitar la obsolescencia frente a la entrada de nuevos competidores.
La aceleración digital en el sector financiero es un factor crítico para maximizar el impacto en el desarrollo de la región en aspectos como la inclusión financiera (tanto desde el punto de vista de generación de ahorro como de dispersión de crédito), transición energética y desarrollo del tejido empresarial.
Como consecuencia, muchas entidades del sector están invirtiendo en nuevas tecnologías como inteligencia artificial, cloud, ciberseguridad y big data para reducir sus costes operativos e impactar en nuevos segmentos de clientes. Esto ayuda a dar respuesta a uno de los principales retos del sector: fomentar la inclusión financiera y la bancarización.
Aunque se ha visto cierto progreso en la región, aproximadamente 1.700 millones de personas en el mundo se encuentran sin bancarizar, lo que supone un tercio de la población adulta (con especiales barreras para algunos colectivos, como las mujeres), de acuerdo con los datos del Findex Report (en inglés).
Estas inversiones en nuevas tecnologías deben venir acompañadas de la captura de talento digital, programas de formación y planes de carrera digitales que habiliten una transformación digital eficaz. Solo así se logra que permee de manera integral una cultura de mindset digital que favorezca la adopción de estructuras y procesos ágiles para poder ser flexibles ante los nuevos cambios tecnológicos y de mercado.
Las innovaciones tecnológicas están perfilando las tendencias del sector, generando un impacto significativo en la forma en que se realizan las transacciones financieras. La digitalización de los productos y servicios así como de la operativa de las entidades financieras ya no es una opción, es algo crítico para sobrevivir en un escenario en el que los clientes comparan la experiencia digital con la recibida por jugadores no financieros nativos digitales (por ejemplo, Mercado Pago).
Algunos de los ejemplos más relevantes se encuentran en la automatización de actividades para mejorar la eficiencia operativa de las compañías a través del uso de RPAs (Automatización Robótica de Procesos).
Destacan también por su nivel de adopción los chatbots para el servicio al cliente o la digitalización automatizada de documentos con OCRs (Reconocimiento Óptico de Caracteres) y empleo de biométricos para agilizar el proceso de onboarding.
En paralelo, los reguladores están avanzando en el desarrollo y aprobación de normativas digitales como pagos digitales, datos, ciberseguridad, finanzas sostenibles y monedas centrales digitales (CBDCs, según sus siglas en inglés).
Mención especial requiere todo lo relativo el Openbanking, una tendencia impulsada en muchos de los países de la región gracias a regulaciones y en pleno proceso de madurez. Como se ha podido comprobar en mercados más maduros, la generación de ecosistemas de Openbanking (regulatorios o espontáneos) disminuye las barreras de entrada y favorece la competitividad, mejorando los servicios a los clientes.
La apertura de la información de los clientes y de la operativa bancaria permite que entidades no financieras complementen el valor de la industria y comiencen a generar nuevas capas de valor.
La implementación del Openbanking está acelerando la adopción de modelos de Banking as a Service (BaaS), donde a través de la normalización del uso de las APIs (Interfaz de Programación de Aplicaciones) se habilita la comercialización de plataformas financieras en formato de servicio, transformando las necesidades de fuertes inversiones en tecnología (CAPEX) en gastos operativos recurrentes (OPEX).
Complementando lo anterior, debemos destacar la consolidación del mercado de las Fintechs, actores que centran su propuesta de valor en aspectos tecnológicos, y que han logrado en los últimos años posicionarse como una alternativa real de prestación de servicios financieros.
Por último, la digitalización de las economías ha acelerado la expansión y desarrollo de las soluciones de pago digitales. Las tecnologías emergentes han habilitado innovaciones en los medios de pago que comienzan a ganar tracción frente al uso de efectivo y sirven como puerta de entrada a la bancarización.
Un caso destacado es el de los pagos entre usuarios (Peer-to-Peer, P2P), por su facilidad operativa y otros beneficios no tan visibles pero presentes, como comisiones inexistentes o muy pequeñas y transacciones en tiempo real, han logrado facilitar la vida de los usuarios.
El ejemplo perfecto es PIX, que ha revolucionado la forma en la que se paga en Brasil y ha ayudado a la bancarización de millones de personas. Este método cuenta ya con más de 150 millones de usuarios y más de 14 billones de reales en transacciones.
Sin duda alguna, BID Invest tiene la oportunidad de apoyar e impulsar el crédito en el sector para fortalecer el tejido productivo de las mipymes y acelerar la transformación digital del ecosistema financiero, favoreciendo la inclusión y bancarización de los ciudadanos. Un ejemplo de este apoyo es la línea a Konfío para préstamos a mipymes.
Para concluir, es relevante resaltar como la digitalización desempeña un papel fundamental en la promoción de la inclusión financiera en la región. Al derribar barreras geográficas y económicas, las tecnologías digitales han democratizado el acceso a servicios financieros para millones de personas que antes estaban excluidas.
Además, la normalización de procesos automatizados ha permitido que estos nuevos clientes sean una oportunidad muy relevante para la industria, incluyendo nuevos jugadores que actualmente ya tienen contacto con esos clientes.
La innovación en los servicios financieros está permitiendo que cada vez más personas tomen el control de su salud financiera y que el tejido industrial utilice los servicios financieros digitales como un catalizador. Estos avances no solo empoderan a individuos y empresas, sino a las sociedades en su conjunto.